jueves, 1 de noviembre de 2007
Emile Cioram, la historia y los fanatismos
Por Frank Rodríguez. Licenciado en Historia UCV
Si bien la historia de la Humanidad nos ha revelado momentos luminosos como la antigüedad griega, el Renacimiento o la Ilustración, donde predominó el respeto y la tolerancia por el “Otro”. También nos ha mostrado la capacidad de destrucción del hombre, lo que se ha evidenciado en los infinitos conflictos bélicos, guerras de exterminio y genocidios. Lo más importante es que muchos de estos conflictos han sido perpetrados en nombre de lo que en su momento han sido consideradas causas justas o nobles, o principios como la libertad, la igualdad, la nación o la patria, derivando además en fanatismos que justificaron el exterminio de un “Otro”, al cual se despojaba de sus cualidades humanas y por tanto se podía destruir. En este sentido, uno de los filósofos más irónicos, y sarcásticos del siglo XX: E. M. Cioram, señaló a propósito de la capacidad del hombre para adorar ídolos: “...Su capacidad de adorar es responsable de todos sus crímenes: el que ama indebidamente a un dios obliga a los otros a amarlo, en espera de exterminarlos si se rehúsan.”Lo observado anteriormente por Cioram, ha conducido a que a lo largo de la historia el mundo haya sido dividido en creyentes y paganos, buenos y malos, amigos y enemigos, revolucionarios y contrarrevolucionarios.
Por otra parte, el siglo XX fue la máxima expresión del delirio fanático, de los nazis, estalinistas, maoístas, que condujeron terribles crímenes contra la humanidad, esto debido a que como sostiene Cioram: “El fanático es incorruptible: si mata por una idea, puede igualmente hacerse matar por ella; en los dos casos, tirano o mártir, es un monstruo...” Lo anterior cobra fuerza en muchos casos en lemas como el “Socialismo o Muerte“de la Revolución Cubana, o el actual “Patria, Socialismo, o Muerte”, utilizado por actual gobierno venezolano, en el cual se invoca la muerte en nombre de dos absolutos que causaron tanto males durante el siglo XX: el “Socialismo y la Patria”.
En todo caso, ni el Socialismo, ni la Patria, ni cualquier otro principio, pueden ser vistos como valores absolutos que puedan servir para que una clase dirigente o vanguardia, la mayoría de las veces con actitudes de iluminados, excluya a los que no piensen o tengan la misma visión que ellos. Esto además si tomamos en cuenta a Cioram cuando alerta: “En cuanto nos rehusamos admitir el carácter intercambiable de las ideas la sangre corre...”. En otras palabras, el asumir ciegamente determinadas verdades por más loables y justas que parezcan pueden abonar el terreno para la violencia, sobretodo entre sectores atrincherados en sus respectivas certezas. En definitiva, podemos terminar estas líneas con la siguiente recomendación de Cioram: “...Las certezas abundan en ella [Historia]: suprimidlas y suprimiréis sobre todo sus consecuencias: reconstituiréis el paraíso...” Paraíso en el que a nuestro juicio no predominen el dogma, el fanatismo y la certeza absoluta.
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